11 junio 2014

La aplicación de la política peronista a los pueblos originarios de Argentina

Indígenas del norte de Argentina manifestándose en Buenos Aires en 2010,
durante las conmemoraciones del bicentenario de la Revolución de Mayo.
(Fuente: El Taburete, www.eltaburete.wordpress.com)


En otras ocasiones, el transeúnte ha presentado en este blog los problemas de los pueblos minoritarios o marginados, por cuyas culturas siente un especial interés. Ahora publica un interesante artículo, todavía inédito, que la antropóloga argentina María Lina Picconi ha tenido la deferencia de ofrecerle, gesto que le agradece.

Como de costumbre, este blog no comparte necesariamente las ideas ni las tendencias de los autores de los artículos que publica y permanece al margen de cualquier filiación ideológica, mientras no sea extremista, con lo que garantiza la total y absoluta libertad de opinión y expresión.




Perón y los aborígenes en Argentina

Por María Lina Picconi

  
El problema indígena para Perón

… El elemento trabajador, el obrero, el verdadero siervo de la gleba, el esclavizado peón del surco norteño, alentados por la esperanza de una vida menos dura y de un porvenir más risueño para sus compañeras y para sus hijos, sacuden su sumisión ancestral, reclaman como hombres la milésima parte de las mejoras a que tienen derecho… [1]

Juan Domingo Perón
(Palabras pronunciadas en el acto de proclamación de su candidatura. 1946)
                                                                                            

El Movimiento Nacional Justicialista o Peronismo creado alrededor de la figura de Juan Domingo Perón, es el movimiento de masas argentino que, empleadas en las nuevas industrias y sin antecedentes de sindicalización, habían emigrado desde las zonas rurales del interior hacia la periferia de las grandes ciudades.
Con la asunción de Perón a la presidencia de Argentina en 1946, y con él, las ideas justicialistas, los pueblos originarios vieron la posibilidad de obtener lo que desde tanto tiempo venían reclamando: la tierra donde habitaban y trabajaban.

Emblema del Partido Justicialista,
fundado por Perón en 1947.

Otro de los problemas que venían padeciendo desde el periodo irigoyenista, era el del "estado civil", o sea, su situación de "indocumentados”. Al carecer de documentos que probaran su existencia, no eran incluidos en los censos y, lo que era más grave, carecían también del carácter efectivo de "personas-habitantes". Esta situación, entre cuyos efectos estaba la pérdida de los derechos y garantías como habitantes del país, había logrado, esporádicamente, alguna propuesta de solución para enmendar algunas situaciones particulares, pero sin afrontar el problema en su verdadera dimensión social, que era la de la categorización del indígena como miembro o no, del colectivo nacional.

A comienzos de la década de 1940 comienza a notarse un cambio importante en la forma en que se describía la población indígena en los mensajes presidenciales concentrados en ese momento en las colonias chaqueñas. La política del nuevo gobierno se basó sobre un principio de justicia social, y en ella albergaban sus esperanzas los aborígenes argentinos. Esta política venía perfilándose desde años atrás, en la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, con la que se había iniciado la “era de la política social argentina”.

“Al defender a los que sufren y trabajan para plasmar y modelar la grandeza de la Nación, defiendo a la Patria…”, decía Perón. Y daba de esta manera un lugar en la sociedad a los que hasta entonces habían estado relegados: a los descendientes de los pueblos originarios argentinos, a los hombres del interior, a los mestizos, llamados despectivamente cabecitas negras”. Y a partir de esta postura, las comunidades aborígenes fueron partícipes de medidas novedosas por parte del Estado, como por ejemplo el decreto con el que se mandaba expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto en Humahuaca y Yavi, para entregarlas a sus moradores. [2]

Como presidente, Juan Domingo Perón, aspiraba a un país más vertebrado, en el que los habitantes de todo el territorio argentino tuvieran una relación estrecha entre sí. Pero, ¿realmente entraban en esta unidad estructural de la cultura argentina los “cabecitas negras”? “... Los cabecitas negras tuvieron por función subrayar la diferencia, marcar la separación entre un nosotros y los otros, oponer, en fin, al proceso de integración un proceso inverso de segregación....”, según Cuevas.  

Indígenas collas del noroeste de Argentina.
(Fuente: Jallp’a Suyana, 2013)

Y los primeros en recibir este proceso discriminatorio fueron los collas, quienes en 1946 marcharon hacia Buenos Aires reclamando sus tierras, en una caravana,  a la que se llamó “el Malón de la Paz”. Dichas tierras “habrían sido adquiridas tiempo atrás por un propietario latifundista a precios irrisorios y valuadas luego, en una suma elevadísima”. [3]
             
La comitiva aborigen fue alojada en el Hotel de Inmigrantes y después de un tiempo, fue enviada de regreso al noroeste argentino. “... así, nació el viaje, la marcha, nuestro malón sin lanzas y con sikuris , erkenchos, bombos y antaras.” [4]

Los motivos de la marcha fueron explicados en el diario Nuevos Tiempos del mes de julio de 1946 de la siguiente manera: “... Algo los impulsó a marchar. La Revolución, como grito de rebeldía incontenible... y Jujuy y los collas supieron que al fin la justicia social retornaba a nuestras tierras, y que un hombre, el General Perón, era campeón de la justicia. El tumulto rebelde se hizo caravana... la revolución ha llegado a todas partes, y la revolución viene ahora hacia aquí, en busca de un gestor indiscutido, el actual presidente de los argentinos...”.

Participantes en el "Malón de la Paz" desfilando 
por Buenos Aires después de haber recorrido
más de 2000 kilómetros desde el norte de Argentina.

Valentín Zárate y José Nievas, en nombre de los aborígenes hicieron la siguiente presentación ante el Honorable Congreso de la Nación, el 11 de julio de 1946: “Señores del Congreso Nacional, queremos que sepan que las tierras de la Puna fueron de nuestros bisabuelos. El señor Patrón Costas se apoderó de ellas y siguió sumando hectáreas a su propiedad. Tenemos que pagar 1,50 pesos por cada cabeza de ganado y otro tanto por cada planta de naranjo que cultivamos. La producción apenas alcanza para nuestra familia. Si se muere una vaca o se seca una planta igual nos cobran el impuesto por cinco años. En la zafra nos pagan 1,50 pesos por cada kilo de caña que pelamos y a veces nos lleva tres días de labor. Es decir que ganamos 1,50 pesos por día. No es posible negarse, si lo hace se le aparece la policía del ingenio, con Winchester, pistola, sable y látigo, y nos obligan a trabajar. También es obligatorio comprar en la proveeduría del ingenio. Si compramos en otro lado, la misma policía se encarga de sacarnos las provisiones y nos castigan haciéndonos trabajar gratis una semana. A veces nos llevan presos y nos dejan en los calabozos seis días sin comer. El kilogramo de azúcar cuesta, a nosotros los collas, 60 centavos, justo donde se la produce, 13 centavos más que en cualquier otra parte. La yerba envasada 2 pesos, el arroz 1 peso y un par de alpargatas 2 pesos.” [5] Esta marcha descubría grandes intereses por parte de terratenientes de la región. 

Al respecto otro diario de la época El Laborista, hacía la siguiente acusación: “... estos indios trabajadores, mansos y sufridos, vienen a protestar contra su patrón, contra el señor feudal dueño de vidas y haciendas de su provincia. Este señor se llama Robustiano Patrón Costas [6]... ocupa la tierra de los collas y desaloja a los pobres indios de donde han vivido desde siglos y nadie le puede decir nada... el gobierno actual que por sobre todas las cosas tiene un sentido profundamente humano y considera a cada hombre como un elemento precioso de la prosperidad argentina... no ha de permitir que los collas sean desalojados de sus tierras...”.

Hombres armados al servicio de Robustiano Patrón Costas 
reprimiendo las protestas de los indígenas collas.

La política del General Perón, basada en un principio de justicia social, ya había mandado expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto (Humahuaca) y Yavi, en el departamento del mismo nombre, a través de un decreto, para entregarlas a los aborígenes; los collas traían el propósito de lograr la intervención de la Dirección de Protección al Aborigen, para que se les entregara dichas tierras donde habitaban y trabajaban, que en ese entonces dependía de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pero, no tuvieron respuesta a sus reclamos.

En agosto de 1946 el diario La Razón comentaba: “... La primera etapa del Malón de la Paz, que comenzó con lágrimas de emoción, terminó con lágrimas causadas por el gas lacrimógeno y con llantos de desilusión...”. [7]

La Dirección de Protección al Aborigen fue creada durante la presidencia de Edelmiro Farrel, el 17 de enero de 1946, para reemplazar a la Comisión Honoraria de Reducciones de Indios [8]. En febrero de 1949, ya siendo presidente el Gral. Perón, pasó a formar parte de la Dirección Nacional de Migraciones y posteriormente, el 30 de septiembre de 1949, se dispuso que pasara a depender del Ministerio de Asuntos técnicos. Las funciones específicas de la Dirección de Protección del Aborigen fue la adquisición de ganado y herramientas  destinadas a las colonias aborígenes de todo el país.

El 1 de agosto de 1949, se declararon “de utilidad pública y sujetas a expropiación las tierras de la provincia de Jujuy, ubicadas en los departamentos de Tumbaya, Tilcara, Valle Grande, Humahuaca, Cochinoca, Rinconada, Santa Catalina y Yavi”. [9] Todavía en la actualidad, los aborígenes siguen reclamando sus tierras. El Segundo Malón de la Paz, realizado en agosto del 2006 reeditó la lucha  que llevaron adelante hombres y mujeres de la Puna en 1946, cuando marcharon a pie hacia Buenos Aires para pedirle al presidente Perón la devolución de sus territorios. [10]

Imagen del Segundo Malón de la Paz, en el año 2006.
(Fuente: Warmi, 2007)


Decisiones del gobierno peronista

La administración de las tierras expropiadas estuvo a cargo del Ministerio de Finanzas, en nombre del Poder Ejecutivo, estableciendo las siguientes bases:

- Los aborígenes no podían ni enajenar, ni ceder las tierras.

- Se les otorgaría préstamos especiales para construcción de vivienda y explotación agrícola-ganadera.

- Se los capacitaría para la convivencia nacional, a través de la instalación de escuelas, estaciones sanitarias, etc.

En 1953, se creó la Comisión de Rehabilitación de los Aborígenes, cuya función principal fue la recuperación de dichas tierras expropiadas en Jujuy y la atención de las necesidades de las comunidades emergentes de ese proceso. El gobierno justicialista lanzó dos Planes Quinquenales, a lo largo de su mandato, irónicamente incluido en un capítulo llamado “la organización del pueblo”:


1. El primer plan, entre 1947 y 1951, cuya propaganda seguía el siguiente slogan: “La pujanza de un pueblo fuerte, en un gigantesco paso hacia la recuperación nacional”; pero, que solo tuvo en cuenta a los pueblos aborígenes en el capítulo llamado “Cultura”, en el que hacía referencia a la cultura adquirida por el pueblo argentino, [que] se nutre entre otras vertientes de los elementos autóctonos (Martínez Sarasola). También tuvo en cuenta la adjudicación de tierras en tres etapas sucesivas, con la que el aborigen sería, en el futuro, dueño de la misma.

2. El segundo plan, entre 1952 y 1957, incluyó en su texto la protección al aborigen diciendo: “La población indígena será protegida por la acción directa del Estado, mediante la incorporación progresiva de la misma al ritmo de vida general de la Nación (Tesler). Además, Perón nombró como titular de la Dirección de Protección al Aborigen al cacique araucano  Jerónimo Maliqueo: “... Teniendo presente la personalidad del aborigen dentro del justicialismo argentino, destacamos que el Gral. Perón en su carácter de presidente del Estado, ha puesto en posesión del cargo de titular de Dirección de Protección al Aborigen, a un cacique aborigen araucano... Jerónimo Maliqueo...”.

Propaganda del Segundo Plan Quinquenal promulgado 
por el gobierno justicialista en 1952.

En conclusión, el texto de los Planes Quinquenales, declaró la necesidad "urgente" de que el indígena llegase a ser dueño de su tierra, propuso una nueva reforma educativa y justificó la intervención directa del Estado en las relaciones entre los indígenas y el resto de la comunidad.

El vocablo “protección” fue utilizado muy asiduamente en esta época, cuando se hablaba de pueblos originarios en Argentina. Y cuando de aborígenes se trataba, la acción por parte de la sociedad debía ser absorberlos, habilitándolos de una “vida normal”, en pos del progreso. Seguían sin respetarles, como en gobiernos anteriores, ni sus hábitos, ni sus costumbres y menos que menos, su cultura. Era el “Estado Benefactor” que actuaba adquiriendo una dimensión personal y sensible, aplicada a través de la Dirección de Protección al Aborigen. “La experiencia de la acción social directa, sumada al reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad social, los humildes, que completó el arco popular de apoyo al gobierno. [11]

 Se puede destacar entonces, a partir de las palabras de Romero, un fuerte peso de la dimensión simbólica. Perón, con su carisma personal y siempre atento con los humildes, empleaba con ellos un paternalismo casi militar: parecía el padre del regimiento a nivel de toda la nación. Por todo esto la clase trabajadora y los humildes generaron esa necesidad de defender al único hombre del poder, que estaba junto a ellos. ... Una sola Nación... un solo proyecto político... volver a la Patria americana”, decía Perón. De su mano y la de Evita los trabajadores y sus organizaciones sindicales se constituyeron en el símbolo de un país socialmente integrado a través de la dignidad que otorga el trabajo y la producción. “Al manipular los símbolos y establecer rituales, Perón fue capaz de reforzar su imagen como líder carismático. Los rituales políticos, eran momentos en los cuales podía colocarse a si mismo y a los símbolos asociados a su persona y al movimiento en el centro de los eventos...” [12]

Cartel propagandístico del Justicialismo,
con las imágenes de Perón y su esposa, Evita.

En este marco, los aborígenes debían ser sometidos a adaptación y educación”; fue así que se autorizó al Poder Legislativo la creación de varias Colonias Granjas, cuyo número final sería de 9, en las provincias de Neuquén (1), Salta (2), Jujuy (1), Presidente Perón (Chaco) (1) y Formosa (4), ajustándose, esta ley, al Capitulo ll de la Constitución, donde decía que “hasta hace poco los aborígenes no eran contemplados como entes sociales”. La nueva Constitución había sido aprobada el 11 de mayo de 1949, transformando el tradicional inciso 15 del Art. 67, y dejando solamente la frase inicial “proveer a la seguridad de la frontera”. Se eliminaba así, el párrafo alusivo al trato pacífico con los indios y su conversión al catolicismo. De esta manera se lo estaba reconociendo como “ciudadano”, pero el riesgo de esto radicaba en la anulación de su propia cultura.

Respecto al proyecto de las Colonias Granjas, afirma Tesler que el legislador salteño Manuel Vicente López opinó que no estaba orientado con criterio americanista, ni liberador, ni tampoco a brindar medios para el mantenimiento de tradiciones y costumbres aborígenes”. El gobierno de Perón, el justicialismo, aspiraba a una homogeneización de la sociedad, a “... una sola Nación...”, según sus propias palabras, pero, en donde no entraba el aborigen, y donde podía entrar había que educarlo, integrarlo y adaptarlo.

En la lista de las Veinte Verdades del Justicialismo, una de ellas, la número 20, dice: “En esta tierra, lo mejor que tenemos es el pueblo”. Cabe preguntarnos, entonces: ¿se habrá acordado, el Gral. Perón,  de los pueblos originarios cuando formuló esta aseveración?


Conclusión

A modo de final, y como síntesis, deseo nombrar los aportes que consideré importantes hacia el aborigen durante los años peronistas:

- Comienza a tomar forma un proceso iniciado con Irigoyen, por el que se desplaza la identificación propuesta por el Estado hacia los sectores populares: a partir de ahora cobran importancia los campesinos, los trabajadores, los obreros, los descamisados, y entre ellos los pueblos originarios que se verán en cierta medida favorecidos.

-  Se concreta la entrega de tierras a las comunidades aborígenes.

-  Se aprueba el estatuto del peón, que evitará en lo sucesivo abusos sobre la mano de obra en las estancias, ingenios y obrajes. [13]

-  Los grupos aborígenes logran colocar a sus propios hombres en organismos nacionales y provinciales, quienes se harán cargo de los problemas de las comunidades y de donde surgirán los futuros dirigentes indígenas.

Como opinión personal, observo que este período se caracterizó por el énfasis en los "deberes" del estado para con los indígenas, y por la intervención estatal directa en la solución de los problemas derivados de la relación Indígenas-Nación. También me parece importante destacar la inclusión del "problema indígena" entre los “problemas sociales”, pero no puedo dejar de observar que al final de cada una de las soluciones buscadas para con ellos, continuaron relegados como habitantes del territorio argentino, durante toda la gestión del gobierno peronista.


La whipala (o huipala), bandera adoptada
por varios pueblos indígenas andinos.


[1]  J. C. Torre:
Nueva Historia Argentina. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 2002. 
[2] L. Cuevas: “Ahora”, en Arturo Sala: La resistencia seminal. El Malón de la Paz: historia de un largo y permanente peregrinar. Cáp. 5. Ed. Biblos. Buenos Aires. 1946
[3] C. Martínez Sarasola: Nuestros paisanos los indios. Emecé Editores. Buenos Aires. 2005.
[4] Arturo Sala: La resistencia seminal: de las rebeliones nativas y el Malón de la Paz a los movimientos piqueteros. Editorial Biblos. Buenos Aires. 2005.
[5] Ibíd.
[6] Robustiano Patrón Costas estaba propuesto como vicepresidente de la nación por la clase oligárquica, acompañado por Alfredo Palacios, del Partido Socialista Argentino.
[7] Mario Tesler: Los aborígenes durante el peronismo y los gobiernos militares. Centro Editor de América Latina. Serie “Conflictos y Procesos de la Historia Argentina Contemporánea” N.º 21. Buenos Aires. 1989. 
[8] Comisión Honoraria de Reducciones de Indios. Decreto 21/09/16. Presidencia de Roque Sáenz Peña. Decreto 15074. 27/01/43. Presidencia de Ramón S. Castillo.
[9] C. Martínez Sarasola. Ibíd.
[10] Voces de la Warmi. Publicación de la Asociación de Mujeres “Warmi Sayajsunqo”. Abra Pampa. Jujuy.  Argentina. 2007.
[11] Luis A. Romero: Breve Historia Contemporánea de la Argentina. F.C.E., Buenos Aires. 1994.
[12] Mariano Plotkin: Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955). Ariel Historia Argentina. Buenos Aires, 1993.
[13] “La sanción del Estatuto del Perón innovó sustancialmente, pues extendió los criterios peronistas al mundo rural, introduciendo un elemento público en las relaciones manejadas hasta entonces en forma paternal y privada” (Luis A. Romero, Ibid.).


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