05 noviembre 2014

La condición femenina en el Afganistán de 1940

El desolado paisaje de Band-e-Amir, al noroeste de Kabul, que 
muy probablemente recorrieron Ella Maillart y Annemarie 
Schwarzenbach para llegar a la capital afgana.
(Fuente: getintravel.com)

En junio de 1939, poco antes del estallido de la segunda guerra mundial, y aprovechando la neutralidad de su país en lo que ya se veía venir, dos escritoras, periodistas y aventureras suizas, Ella Maillart (1903-1997) y Annemarie Schwarzenbach (1908-1942), ambas muy experimentadas viajeras, salieron de Ginebra en un resistente automóvil Ford con el reto de llegar por carretera a las lejanas tierras del Asia central, lo cual consiguieron. Annemarie fue escribiendo el relato de sus peripecias hasta que llegaron a Afganistán, y envió algunos fragmentos al diario alemán National-Zeitung, que los publicó. Varios de esos textos fueron recopilados muchos años más tarde por Roger Perret y publicados en Basilea el año 2000 con el título Alle Wege sind offen. Die Reise nach Afghanistan 1939/1940. En 2008 se tradujeron y editaron en castellano con el título Todos los caminos están abiertos. [1]

Este transeúnte, a quien pareció excesivamente densa la primera parte del libro, se fue apasionando a medida que las intrépidas viajeras, después de atravesar los Balcanes y Turquía, bordear el mar Caspio y recorrer parte de Irán, avanzaban por tierras desérticas hasta internarse en el mosaico multiétnico de Afganistán, que por aquel entonces conocía un insólito período de estabilidad bajo el reinado de un monarca muy joven, Mohammed Zahir Shah, que había ascendido al trono tras el asesinato de su padre en 1933, y que manejaría las riendas del país hasta que en 1973 su primo y primer ministro Mohammed Daud Khan, quien ya había demostrado su talante aperturista, abolió la monarquía mediante un golpe de Estado y se proclamó presidente de la nueva república con el apoyo tácito de la Unión Soviética: fue el primer paso hacia los acontecimientos que se han ido sucediendo trágicamente en aquel país y todavía persisten.

Annemarie Schwarzenbach,
(Fuente: Dalena Vintage)

A continuación se reproduce una de las diversas crónicas que Annemarie Schwarzenbach envió al mencionado diario alemán y que fue publicada por éste en dos partes, los días 13 y 14 de abril de 1940 [2]. Lamentablemente, las condiciones de vida de las mujeres afganas de nuestros días, sometidas después de casi cuarenta años de liberalización de las costumbres a un régimen totalitario y fundamentalista islámico, vuelven a ser las de aquella época: la tradición ancestral de hacerlas invisibles pervive.



En el jardín de las hermosas
muchachas de Kaisar

Por Annemarie Schwarzenbach

Hasta el momento, Ella y yo solo habíamos podido mantener conversaciones teóricas sobre las mujeres de Afganistán. En las varias semanas que llevábamos recorriendo este país de estricta observancia musulmana, habíamos trabado amistad con campesinos, funcionarios municipales, soldados, comerciantes del bazar y gobernadores de provincia: en todas partes habíamos constatado la hospitalidad de la gente y empezábamos a encariñarnos con este pueblo masculino, alegre e incorrupto.

Los imponentes muros de la ciudadela de Qala Ijtyaruddin, en Herat.
(Fuente: The History Blog)

En la esplendorosa ciudad de Herat habíamos asistido a las competiciones de esgrima y a la plegaria comunitaria de los jóvenes que al atardecer se congregaban en un prado ante la puerta de la villa. Por el camino, cuando nos deteníamos a descansar tras recorrer largos tramos sin sombra, sencillos campesinos solían unírsenos y compartir con nosotras sus melones. Nunca tuvimos necesidad de montar las tiendas ni de prepararnos la sopa. En los pueblos, el alcalde nos daba la bienvenida y nos convidaba a té y uvas. Al atardecer nos llevaban a hermosos jardines, donde atentos criados servían el pilaf, el plato de arroz típico, y mientras comíamos acudía el anfitrión acompañado de su comitiva a visitarnos y, a menudo, mantenía largas y minuciosas conversaciones con nosotras.

Músicos en Bala Murghab (noroeste 
de Afganistán). Foto tomada por 
Annemarie Schwarzenbach en 1940.
(© Archivo de la Biblioteca Nacional Suiza)

Sin embargo, teníamos la sensación de estar en un país sin mujeres. Conocíamos, naturalmente, el chador [3], la túnica de cuerpo entero que visten las musulmanas y que poco tiene que ver con la idea romántica del delicado velo de las princesas orientales. Ciñe estrechamente la cabeza con tan solo unas perforaciones a manera de rejilla delante de la cara, y cae en holgados pliegues hasta el suelo dejando entrever apenas la punta bordada y los tacones gastados de las pantuflas. A estos seres embozados e informes los habíamos visto deambular furtivamente por las callejas del bazar, y sabíamos que se trataba de las mujeres de los altivos afganos que se pasean libremente por doquier, son amantes de la compañía y la tertulia amena y pasan la mitad del día ociosos en una casa de té o en el bazar. Pero esos seres fantasmales tenían en sí mismos poco de humano. ¿Eran niñas, madres, ancianas, jóvenes o viejas, tristes o alegres, hermosas o feas? ¿Cómo vivían, en qué ocupaban su tiempo, a quién prodigaban afecto, amor, odio?

Mujeres afganas enfundadas en sus burkas.
(© Bernard Chazelle)

En Turquía y en Irán habíamos visto alumnas de colegio, girls scouts, estudiantes universitarias, así como trabajadoras independientes o mujeres que desarrollaban alguna actividad en el ámbito social y cuya presencia en la vida de su nación era indiscutible, puesto que ya formaban parte de la fisonomía de ésta. Sabíamos que el joven rey Amanullah, a su regreso de un viaje a Europa, se había lanzado a introducir reformas y había intentado seguir sobre todo el ejemplo de Turquía. Actuó con demasiada precipitación. Lo que más se le reprochó fue la emancipación de la mujer. Durante algunas semanas, en Kabul, la capital, cayó en chador; luego estalló la revolución, las mujeres volvieron al harem, regresaron a la estricta reclusión de la vida doméstica, y solo pudieron mostrarse en público cubiertas por un velo. [4]

El palacio de Darul Aman, de estilo 
europeo, mandado construir por 
el rey Amanullah, a las afueras 
de Kabul, en la década de 1920.

¿Habían olvidado las mujeres esos amagos de libertad, habían sido borradas de su memoria aquellas pocas semanas de 1929? En una ocasión, siendo huéspedes de un joven de talante abierto e inteligente, gobernador de alguna aldea del norte del país, Ella se atrevió a formularle esta pregunta. Nuestro anfitrión dio muestras de comprender muy bien las necesidades del Estado afgano y habló de que la construcción de carreteras iba a suponer una apertura del país, lo que implicaba la creación de industrias, pero también de escuelas y hospitales. ¿Podía excluirse a las mujeres de un progreso semejante? ¿No debían tomar parte de la nueva vida y ser liberadas de la limitación mortificadora en la que transcurría su existencia? El gobernador respondió con evasivas. Cuando le preguntamos cortésmente si podíamos conocer a su mujer, al principio dijo que sí, pero luego encontró una excusa.

Un pueblo de la provincia de Faryab, en el antiguo Turquestán afgano.
(© PRT Meymaneh)

No fue hasta que llegamos a Kaisar [5], un pequeño oasis en la provincia septentrional del Turquestán, que, para gran sorpresa nuestra, el hakim [6] Saib, el alcalde en persona, nos condujo sin grandes aspavientos, a través de una portezuela, al jardín interior de su casa, el jardín de sus mujeres e hijas. Dos muchachas jóvenes, vestidas con trajes de verano y cabellos cubiertos por un vaporoso y delicado velo, salieron a nuestro encuentro. Ambas eran llamativamente hermosas, al igual que la madre, de aspecto imponente, mirada seria y gesto amable, que nos recibió bajo unos enormes árboles, sobre el suelo recubierto de alfombras. Allí jugaban los niños, los hermanos menores y un pequeñín rubio, hijo de Sara, la nuera. Su otro hijo dormía en una hamaca a la sombra. En un lugar un poco apartado, bajo el saledizo de la sencilla casa de adobe, estaba el samovar. Primero nos trajeron un aguamanil y toallas, luego té y frutas. Una hora más tarde llegó el pilaf. La madre comió con nosotras, a la manera europea, sentada a la mesa. Las hijas nos sirvieron la comida y después se sentaron en la alfombra a comer con los niños, todos de la misma fuente y con las manos. Por último fueron las criadas las que despacharon los abundantes restos. Las caras de los familiares del hakim presentaban los característicos rasgos de los rostros afganos, hermosos y severos, mientras que las criadas eran, por lo visto, de raza mongola, quizá turcomanas o uzbecas. […]

La familia del el hakim Saib. Foto tomada 
por Annemarie Schwarzenbach en 1940.
(© Archivo de la Biblioteca Nacional Suiza)

Para las mujeres de Kaisar, Kabul era el gran mundo, la civilización. Y eso que las habían instruido –en casa, por supuesto–, sabían leer y escribir y no ignoraban dónde quedaba la India, Moscú, París, incluso habían oído hablar de Suiza. Sin embargo, nunca habían hecho un viaje, no se imaginaban que un día podían llegar más allá de Mazar-e-Sharif, la capital del Turquestán afgano. ¿Deseaban acaso conocer el mundo, llevar una vida diferente? ¿O se quedarían para siempre en aquel jardín soleado y rodeado de tapias de adobe bajo la patriarcal y estricta supervisión de su madre y señora?

Una joven afgana se atreve 
a mostrar su aspecto.
(© Emmanuel Dunand)

A última hora de la tarde, cuando empezaba a refrescar un poco, el hakim nos mandó llamar. El pequeño Jakub pudo acompañarnos hasta el coche; las muchachas, en cambio, se quedaron en la puerta del jardín. […] Cuando esas muchachas abandonaban el jardín siempre llevaban puesto en chador y solo podían ver el mundo a través de aquella rejilla, tras la cual su cara permanecía al resguardo de indiscretas miradas masculinas.




Billete de 10 afganis, con la imagen del rey Zahir, 
puesto en circulación en 1939.


[1] Annemarie Schwarzenbach: Todos los caminos están abiertos. Traducción de María Esperanza Romero. Postfacio de Roger Perret. Editorial Minúscula, Barcelona, 2008.
[2] Tomada de la mencionada edición en castellano, pp. 69-74. Por error, en el libro se menciona la fecha de 1939.
[3] Evidentemente, la autora confunde las
vestimentas tardicionales de las mujeres musulmanas, y habla de chador (que es la prenda que usan las mujeres iraníes y deja la cara al descubierto) cuando se refiere al burka.
[4] El uso del burka fue suprimido oficialmente en 1959 por el entonces primer ministro Daud Khan, pero en 1996 los fundamentalistas
talibanes, cuando asumieron el poder, volvieron a imponerlo.
[5] Muy probablemente se trate de la aldea denominada actualmente Sangalak-i-Kaisar, en la provincia afgana septentrional de Faryab, de población mayoritaria uzbeka y tayika, menos estricta en las costumbres tradicionales islámicas.
[6] Título honorífico de origen árabe que significa, según los lugares, “mandatario”, pero también “juez” o “médico”.

08 septiembre 2014

De los desastres de la guerra: “El general Pitiminí” y unos retazos de memoria histórica


Como decía este transeúnte en el post introductorio a la serie de textos que hoy inicia, las guerras no concluyen con el fin los enfrentamientos armados, sino que prosiguen durante las posguerras. De la posguerra civil española trata esta entrada.

Portada del primer número 
del semanario ¡Hola! (1944).

El 8 septiembre de 1944, hace hoy exactamente setenta años, se publicó en Barcelona el primer número del “semanario de amenidades” ¡HOLA!, revista pionera –pese al antecedente que supuso la “frívola” Blanco y Negro (1891-2002), que desde 1988 se convirtió en suplemento semanal del diario ABC– de lo que se denominaría “prensa del corazón” (o "prensa rosa"). Sus fundadores anunciaron que aquella nueva revista recogería “la espuma de la vida”. Sucia y ensangrentada espuma, sin duda, la de aquella época.

Cinco días antes había muerto el arzobispo de Burgos, Manuel de Castro Alonso, quien el 1 de octubre de 1936 bendijo en aquella ciudad la proclamación de Franco como “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Las prisiones estaban repletas de presos políticos y las cunetas de muchas carreteras guardaban (y guardan aún) los restos de miles de represaliados asesinados durante la guerra y la primera década de la posguerra.

El arzobispo Castro Alonso ante Franco y otros jerarcas golpistas 
durante un acto de homenaje de Falange Española y de la Iglesia 
católica al “Generalísimo” en Burgos (1 de octubre de 1938).

Dos años y medio antes había terminado en la prisión de Alicante el infierno vital del poeta Miguel Hernández, “arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz”, como lo definió Pablo Neruda.

Siempre es buena la ocasión de recordar al poeta y a otros que perdieron la vida por mantenerse fieles a la legalidad democrática, aplastada por un golpe de Estado militar en 1936. Aunque sea aludiendo a “acontecimientos” que sólo en parte tuvieron que ver con ellos. Hay un largo poema poco difundido atribuido Hernández (y es muy probable que lo escribiera él, por su estilo inconfundible y también porque se decidió incluirlo en su Obra Completa*). Poco lírico, cierto, pero sí muy contundente, donde descarga mucha rabia contenida. Además del poema, se atribuye falsamente a Miguel Hernández la autoría de la caricatura que encabeza esta entrada.

Miguel Hernández leyendo poemas suyos 
en la radio durante la guerra civil, antes 
de ser detenido en 1939 y encarcelado.

Quizá este revoltillo de noticias posbélicas sirva para remover una vez más –es necesario persistir en la tarea– el laberinto de la memoria histórica en España, y para recordarnos que hubo una generación que no sólo “disfrutó” de la espuma de la vida (es decir, de los asuntos inherentes a un mundo exclusivo muy alejado de la verdadera realidad del país, aunque incluyera pinceladas de popularidad más o menos folklórica), sino que además tuvo que vivir de rodillas.


El general Pitiminí

Tu famosa, tu mínima impotencia,
desparramar intento
sin detener el paso ni un instante.
Para lo tal, me apeo en mi paciencia,
pulso un acordeón llorón de viento
y socarrón de voz, y ya es bastante.


Tu cornicabreada decrepitud purgante
exige estos reparos de escritura,
y con ellos ayudo a someterte,
no al manicomio al tonticomio oscuro
que tu idiotez sin mezcla de locura,
pide hasta que la muerte
venga a sacar tu vida de este apuro.

Llevas el corazón con cuello duro,
residuo de una momia milenaria
concurso de idiotas,
que necesita la alabanza diaria
y descosido en la alabanza explotas.

Cocodrilito pequeñito, ñito,
lagartija de astucia,
mezquina subterránea, con el rabo marchito,
y la mirada alcantarilla sucia.

Tarántula diabética y escuálida,
forúnculo político y gramático,
republico de triste mierda inválida,
oráculo, sarcófago enigmático.

Demócrata de dientes para fuera,
altares solicita tu zapato.
No hagas más reflexiones de topo y madriguera
en tu conejeril rincón de mentecato.

Humo soberbio, sapo que te hinches
cuando oyes un piropo:
disuélvete en berrinches
resuélvete, desaparece, topo.

España no precisa
tu vaciedad de calabaza neta,
tu mezquindad que duele y que da risa,
tu vejez inconcreta,
venenosa, indecisa.

No te toca la sangre de los trabajadores,
sus muertes no salpican tu chaleco,
no te duelen sus ansias, ni su lucha,
tu tiniebla trafica con sus puros fulgores
su clamor no halla en ti ni voz, ni eco,
tu vanidad tu mismo ruido escucha
como un sótano seco.

Hay ojos que derraman raíces amorosas.
Sobre tus ojos tienes
uñas que a hacerse dueñas de las cosas
avanzan por tus sienes.

Necesitan incienso e incensario
tu secundaria vida,
tu corazón de espino secundario,
tu soberbia de zarza consumida.

Sobre tu pedestal o tu peana,
monumento de oficio,
cuando su salvación está cercana
quieres llevar un pueblo al precipicio.

Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera
a España que jamás te rebuznara
con esa cara de escobilla fiera,
de vieja zorra avara.

No llevarás mi pueblo al precipicio,
dictador fracasado, rey confuso,
y caerás por la punta de una bota
sobre tus flacos días puesta en uso.


                                (Valencia, 28 de febrero de 1937)


Adoctrinamiento falangista después de la guerra civil española.


* Miguel Hernández: Obra Completa. Edición a cargo de Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1992, páginas 668-670. 
(Cfr. www.sbhac.net/Republica/Relatos/Pitimini.htm)

13 agosto 2014

De los desastres de la guerra

Uno de los 82 grabados de la serie Los desastres de la guerra
de Francisco de Goya, realizados entre 1810 y 1815 y editados 
por primera vez en 1863.

El transeúnte pretende ir publicando en esta bitácora una serie de entradas con textos en los que se narren, con mayor o menor crudeza, las atrocidades las guerras, que es quizá donde los seres humanos mejor demuestran aquello de que “el hombre es un lobo para el hombre”, expresión que utilizó por primera vez el comediógrafo latino Plauto dos siglos antes de nuestra era [1]. Se valdrá para ello tanto de lo que los historiadores denominan fuentes primarias (relatos de primera mano escritos por protagonistas u observadores in situ) como fuentes secundarias (las de los propios historiadores, periodistas u otros autores que, sin haber sido testigos de los acontecimientos, hayan investigado sobre ellos).

Prisioneros de un campo de concentración soviético 
sometidos a trabajos forzados por el régimen estalinista 
después de la segunda guerra mundial.

Las guerras han sido un contiuum en la historia de la humanidad desde los tiempos más remotos, hasta el punto de que resultaría muy difícil, si no imposible, encontrar en el mundo auténticos períodos de paz global, por breves que fueran. Las guerras, además, no concluyen con el fin de los enfrentamientos armados, sino que prosiguen durante las posguerras: venganzas, vejaciones, juicios sumarios, ejecuciones, encarcelamientos, reclusión en campos de concentración o reeducación, trabajos forzados a los que se solía (y se suele) someter a los denominados “presos políticos”, es decir, a los perdedores, deportaciones, etc. A veces, incluso, las posguerras no son más que treguas entre dos conflictos (podría considerarse así el período entre las dos guerras mundiales, durante el que Alemania e Italia estuvieron planeando resarcirse de su derrota en la primera, utilizando la guerra civil española para la experimentación de nuevos armamentos). 

Presos políticos españoles formando en el patio 
del penal de Ocaña en 1952.
(Foto © Jaime Pato)

En la España de los últimos dos siglos (por no retroceder más en la historia) tenemos buenas pruebas de crueles posguerras, entre ellas los años que siguieron al “fin” de la guerra civil (1939): los triunfalistas "XXV Años de Paz" que proclamó a los cuatro vientos la propaganda del régimen franquista en 1964 ocultaban deliberadamente las atrocidades cometidas tras la victoria de las “tropas nacionales” (los sublevados contra la República en 1936): miles de prisioneros hacinados en cárceles infectas, en condiciones atroces, donde morían hombres y mujeres en condiciones infrahumanas (una de esas víctimas fue, precisamente, el poeta Miguel Hernández, en 1942); presos sin sueldo y con alimentación muy deficiente obligados a trabajar durante larguísimas jornadas en obras públicas (el Valle de los Caídos fue construido, en gran parte, por presos políticos); juicios sin defensa y ejecuciones sumarias, entre otras la del expresidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys, refugiado en Francia, detenido por la Gestapo durante la ocupación alemana y entregado a las autoridades del régimen; extraños “accidentes fortuitos” en las comisarías de policía, donde se torturaba, y “suicidios de detenidos” que supuestamente se arrojaban por las ventanas de los edificios policiales… Añádase a eso la lucha del maquis, la guerrilla antifranquista que continuó combatiendo en los montes hasta mediados de la década de 1960, y consiguió incluso invadir el Valle de Aran en 1944 y establecer allí un muy efímero régimen republicano. Podrían añadirse muchos otros desmanes, además de una fuerte represión.

Hasta el 11 de septiembre de 1945, 
el saludo fascista “a la romana” 
fue obligatorio, impuesto por Falange 
Española, en todo el territorio español.

Jorge Semprún dijo hace unos años en una entrevista [2] que "la guerra es la ocasión histórica masiva de hacer el mal y justificarlo”. El escritor austriaco Karl Kraus afirmó, con su especial vena satírica, que “las guerras empiezan porque los diplomáticos mienten a los periodistas y luego se creen lo que leen”. Y el poeta francés Paul Valéry escribió, muy juiciosamente, que “la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran”.

Sobre la guerra se ha escrito y teorizado mucho, y sobre las guerras, más. En este sentido tiene plena vigencia la aseveración de que la historia que explican los vencedores es la que luego se divulga a través de las escuelas y la propaganda, de modo que esa evidente parcialidad se acaba convirtiendo, para la mayoría de la población de un país, en la única verdad (la verdad “oficial”).

Un cruento episodio de la guerra civil estadounidense (1861-1865).

Un clásico en la materia, el militar prusiano de principios del siglo XIX Carl von Clausewitz, dice en su ensayo De la guerra [3], sin cortarse un pelo, que la guerra es “la continuación de la política por otros medios”. Por aquella misma época, el político saboyano Joseph de Maistre, con un refinamiento atroz, afirmaba en un libro titulado Las veladas de San Petersburgo [4] que “la guerra es divina en la gloria misteriosa que la rodea y en el atractivo no menos explicable que nos lleva hacia ella. La guerra es divina por la manera como se produce independientemente de la voluntad de los que luchan. La guerra es divina en sus resultados, que escapan absolutamente a la razón”. El tiempo, evidentemente, da la razón al primero y hace que nos riamos del segundo. Y dejaremos aquí las citas, que podrían ser innumerables.

La batalla de Isandhlwana (1879), durante la guerra anglo-zulú 
en la colonia británica de Natal (Sudáfrica), una de las muchas 
guerras coloniales que tuvieron lugar entre los siglos XIX y XX. 
(Pintura de Charles Edwin Fripp)

Las guerras suelen calificarse: mundiales, civiles, religiosas o de religión, santas, expansionistas, de conquista, de unificación nacional, de liberación, de independencia, de sucesión dinástica, de castigo, preventivas, coloniales, poscoloniales, de secesión, de posiciones (o de trincheras), relámpago, nucleares…, y pueden ser también sucias, campales, sin cuartel, frías, sordas, psicológicas, sociales, electrónicas, y hasta galanas, totales, económicas, financieras, comerciales, de precios, de nervios, espaciales, de las galaxias, etc. Sin embargo, hay hermosas guerras literarias donde la violencia es sutil,  bastante inocente y hasta entrañable, como por ejemplo la que se narra en la novela La guerra de los botones, del escritor francés Louis Pergaud

Hay guerras mitológicas (como la de Troya, que tan bien detalla Homero en la Ilíada, desencadenada por la disputa de una mujer, Helena). También hay conflictos armados ridículos o inverosímiles, como la guerra del Fútbol, que enfrentó a El Salvador y Honduras en julio de 1969. Y enfrentamientos eternos en el Próximo Oriente… que se repiten desde hace 5000 años.

El rapto de Helena por Paris 
(pintura de David Hamilton, 1784), 
desencadenante, según Homero, 
de la guerra de Troya.

Entre los textos que se publiquen en esta bitácora habrá versiones que el lector deberá considerar si responden a la realidad, si han sido falseadas o si pertenecen al ámbito de la ficción, según la personalidad de cada autor (sobre quien el transeúnte dará los datos básicos) o su sentido común. La pretensión, en cualquier caso, es invitar a la reflexión a partir de las informaciones que se reciben todos los días, a través de los medios de comunicación, de conflictos bélicos (casi siempre manipuladas y partidistas) y las fuentes que las han transmitido, sometidas, como es bien sabido, a poderosos intereses políticos, ideológicos o económicos.

El transeúnte (que no es, ni mucho menos, un especialista en el tema, pero desea saber más investigando y debatiendo) es consciente de que toca un tema delicado y polémico, por lo que le gustaría que a partir de sus entradas los lectores expresaran sus opiniones para que se estableciera un debate. Difícilmente de ese debate se podrán sacar conclusiones, pero podría resultar enriquecedor poner sobre la mesa distintos puntos de vista, si se expresan con espíritu constructivo. Y, que quede claro, se prescindirá de posiciones ideológicas al elegir a los autores de los textos.




[1] Titvs Maccivs Plautvs:
Asinaria, II, 4, 88.
[2] M. José Diaz de Tuesta: "Jorge Semprún, escritor: 'El hombre sólo puede asimilar la esencia del mal a través de la ficción'", en El País, Madrid, 6 de mayo de 2003, p. 38.
[3] Carl von Klausewitz: Vom Kriege (1832-1834). Versión española: De la guerra. Traducción de Carlos Fortea Gil. La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.
[4] Joseph de Maistre: Les Soirées de Saint-Pétersbourg ou Entretiens sur le gouvernement temporel de la Providence (1821). Versión española: Las veladas de San Petersburgo o Convenciones sobre el gobierno temporal de la Providencia. Traducción de Luis Blanco Vila. Editorial Torre de Goyanes, Madrid, 2001.


Clicad sobre las imágenes para ampliarlas.

27 julio 2014

Otro esfuerzo por la supervivencia de las lenguas originarias en México

Imagen de la conmemoración del Día Internacional de las Lenguas
Maternas en la Sierra Norte mexicana, que concentra las lenguas
 tu’tu, nakuj, tepehua, ñhañhu y náhuatl (21 de febrero de 2014).
(Fuente: Educación Contra Corriente)


El poeta y traductor nahua-hablante Sixto Cabrera González, natural de la localidad de Soledad Atzompa, en el estado mexicano de Veracruz, ha publicado su obra –parte de la cual se ha traducido al inglés, francés, portugués e italiano– en diferentes revistas y suplementos culturales de la prensa de su país, y ha participado en festivales tanto en México como en el extranjero.

En 1994 obtuvo un Estímulo para la Creatividad Artística y Cultural, otorgado por el gobierno mexicano a través del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, y en 2009 una beca para jóvenes creadores en literatura náhuatl mediante el Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz. En 2013 el mismo programa veracruzano le concedió otra beca en la categoría de Creadores con Trayectoria en Literatura Náhuatl.

Ahora hace llegar a este transeúnte, que se complace en reproducirla, la convocatoria de una marcha por la preservación de las lenguas indígenas, programada para el próximo mes de agosto.

Mapa de México con los porcentajes de hablantes del náhuatl.
(Fuente: Wikipedia Commons, 2009)

Marcha nacional por la preservación de las lenguas indígenas

Por la ignorancia nos han engañado más que por la fuerza.
Simón Bolívar

Amig@s escritore@s, poetas, artistas y gente interesada:

Esta carta la dirijo a ustedes en espera de su comprensión, sabedor de que a más de uno no le agradará ni como idea; pero, que respeto de antemano; esto es para hacer de su conocimiento mi atrevimiento e insistencia en la difusión y preservación de las lenguas indígenas a nivel nacional e internacional, porque forman parte primordial en el entorno de las raíces de nuestras comunidades, y esto es en sí, para que suceda
la comunicación y modos de expresión, ya que sin ellas no nos entenderíamos y porque nuestras costumbres milenarias encierran un cosmos, que lamentablemente está en riesgo de desaparecer si no hacemos algo al respecto. Porque ya sucedió en algunas comunidades de nuestra sociedad, a pesar de que la Sierra Fría de Zongolica, de donde provengo, es considerada una zona indígena y sus habitantes eran en su mayoría hablantes de la lengua náhuatl, nos encontraremos con comunidades que
ya no son bilingües, pues se les ha impuesto el castellano, al grado de sentirse avergonzados. Por ello, mi atrevimiento a realizar una marcha por todo el territorio nacional, pues para nadie es un secreto que otras lenguas para desgracia de nuestro patrimonio cultural han desaparecido y otras están en peligro de extinguirse. Mi única intención es y será durante el recorrido promover y difundir nuestras lenguas y sensibilizar a los no hablantes de las lenguas en las grandes ciudades. Y en otra gran parte, sensibilizar a nuestra propia gente para que sepa apreciar su origen, y que son ellos quienes en su afán de dominar el habla del castellano van perdiendo sus raíces culturales, usos y costumbres.

El activista Irwin Sánchez enseñando la lengua náhuatl en Nueva York.
(Fuente: Organización Mano a Mano)
Quienes estamos escribiendo en alguna de nuestras lenguas vivas, nos esforzamos aportando nuestro granito de arena por preservar nuestra lengua, esa hermosa palabra florida que nuestros abuelos nos heredaron, desde pequeños; pero, lamentablemente, a los escritores en lenguas indígenas pareciera que se nos puede contar con los dedos, somos muy pocos a pesar de los miles de hablantes. Mentiría si les dijera que en mi pueblo, a pesar de que desde el vientre de nuestras madres escuchamos las palabras hermosas en náhuatl y después crecemos hablándola, no sabemos ni la escritura; esto, a pesar de que supuestamente la educación básica es bilingüe, que nada tiene de bilingüe. Solamente es letra muerta.

Por ello, los nativos y gente hablante de otras lenguas debemos impulsar nuestros usos y costumbres, desde el punto de partida de nuestras lenguas vivas y ya no permitir que mueran más, quienes la escribimos debemos a la vez impulsar nuevos talentos. No hay que apagar la luz de otro para que brille la nuestra…, reza la frase de Mahatma Gandhi.

Recuerdo que cuando empecé a escribir en 1994, sólo algunos sobresalían por tener acceso a publicaciones. Y quienes no, moríamos en el intento. Muchos se quedaron. Ahora debe ser lo contrario a nuestra egolatría, debemos multiplicarnos para que nuestras lenguas sobrevivan en un mundo globalizado.

Por tanto la salida dará inicio en la Congregación de Atzompa, municipio de Soledad Atzompa, Veracruz, ubicado en la inmensa Sierra Fría de Zongolica, el día 11 de agosto del año en curso a las 10:30 a.m., recorriendo primero el sur para bordear al centro yendo al norte, para regresar al centro del país. Esto se traduce en lecturas en plazas públicas, casas de cultura, autobuses, universidades, presentación de libros, etc., donde se abra un espacio con la única intención de difundir la lengua de nuestros ancestros.

Partiré con las manos vacías y con los bolsillos llorando, es decir, sin dinero, pero estoy seguro que sabré lidiar con ello. Sé que no me faltará un piso para dormir, un taco que compartir, y mucha palabra que dar a conocer. Por lo que, qué más agregar. Me guío por la necesidad de contribuir a que la lengua milenaria, la de los tlacuilos no se decrete algún día muerta a falta de hablantes, que siga presente y cobre fuerza para seguir sobreviviendo a pesar de que la globalización nos orilla, nos arrincona, aquí, donde desde tiempos remotos se nos ha desplazado.

Quiero adelantar que no seré el poeta que con este movimiento pretende lograr mucho, porque no sé aún lo que suceda. Sólo espero que sin egolatrías sumemos esfuerzos con la finalidad de que logremos rescatar nuestras lenguas vivas del destino que les espera. Adelantar también que no tengo preparación académica, sino que soy un autodidacta que nació hablando la lengua materna por herencia de los abuelos.

Sea pues todo esto en favor de nuestras lenguas indígenas. Y desde ya, agradecer a todos aquellos que están en espera de la fecha. Y alistándose para programar algo en su lugar de residencia. De antemano, muchísimas gracias a todos ustedes.

Fraternalmente,

Sixto Cabrera González, poeta náhuatl

Soledad Atzompa, Veracruz, México.


Este diccionario, editado por Foroxd, se puede descargar
gratuitamente a través de este enlace.


13 julio 2014

Fiasco de una conmemoración: el centenario del atentado de Sarajevo

El magnicidio de Sarajevo según un grabado de la época.

Como se ha divulgado hasta la saciedad en las últimas semanas, se ha querido conmemorar en Sarajevo el centenario del atentado que el 28 de junio de 1914 costó la vida al archiduque Francisco Fernando de Austria –heredero de la corona imperial– y a su esposa, la duquesa Sofía Chotek, hecho que sirvió de excusa (o detonante) para el estallido de la primera guerra mundial.

Los medios de comunicación occidentales han dedicado más o menos espacio a esa conmemoración, pero no han hecho hincapié, sin embargo, en que fue un gran fracaso, y que los habitantes de la ciudad habían sido marginados. Sarajevo, que todavía muestra muchas cocatrices del asedio más terrible de la historia contemporánea (desde el 5 de abril de 1992 hasta el 29 de febrero de 1996, con la muerte de más de 12.000 personas y 50.000 heridos, además de importantísimos destrozos en la ciudad), y aún no se ha rehecho psicológicamente de aquella tragedia, no hubiera debido sufrir el atropello internacional de una exagerada conmemoración centanaria.

Uno de los actos conmemorativos del centenario del atentado de Sarajevo:
la colocación de una corona de laurel en el lugar del magnicidio.

(Foto © afp)

Los representantes de la Unión Europea (VIPs) que asistieron a los actos programados por ésta, “prisioneras de su tecnocracia, no tenían nada que decir sobre la historia”, y los medios de comunicación “sólo desempolvaron viejas imágenes, centrándose en el enfrentamiento franco-alemán, sin apenas evocar el complejo juego de alianzas ni el trasfondo social del drama”, denuncia el periodista francés Jacques Pilet, quien se refiere sobre todo, situándose hace un siglo, a los odios nacionalistas y la persecución de judíos, homosexuales y artistas, acusados de haber provocado la “decadencia occidental”, de la cual fueron responsables, sobre todo, los dirigentes políticos que fomentaron el odio entre países vecinos (aquellos polvos se convirtieron, en 1939, como sabemos, en lodos todavía más lamentables...).

Gavrilo Princip tras su detención.

Ese odio estuvo de algún modo presente en las celebraciones de 2014: mientras los “occidentales” recordaban casi festivamente, sin entrar en el fondo de la cuestión, el funesto atentado y sus consecuencias, los serbios rendían homenaje al autor material del magnicidio, Gavrilo Princip, miembro de la organización clandestina Mlada Bosna (‘Joven Bosnia’), que fue únicamente (y también imprevistamente) la mano ejecutora de un grupo conspirador –formado por un grupo de militares encabezado por el coronel serbio Dragutin Dimitrijević– que luchaba por la emancipación de Bosnia del Imperio austrohúngaro (no es casual que el puente sobre el río Bosna junto al que se produjo el atentado sea conocido como Puente Latino [Latinska ćuprija] por los bosnios y Puente Princip [Principov most] por los serbios, que le dieron esa denominaron en 1918 y la mantuvieron hasta 1992, cuando Bosnia y Hercegovina se independizó de la federación yugoslava).

El Puente Latino sobre el río Bosna. A la izquierda, el museo
dedicado al magnicidio, frente al lugar donde se produjo.
(Foto © Anjci)

En el texto que presentamos a continuación es muy crítico con los organizadores y los medios de comunicación internacionales y denuncia bien a las claras lo que significaron los actos oficiales del 28 de junio de 2014 para los habitantes de la ciudad.

Albert Lázaro-Tinaut


Placa junto al Puente Latino de Sarajevo que recuerda
el lugar donde tuvo lugar el atentado.
(Foto © Michael Büker)


El centenario visto por una sarajeviana

Por Zehra Sikias

Para una serajeviana como yo, las conmemoraciones del centenario han sido mucho más que una decepción. Me resulta difícil encontrar la palabra exacta para describir los sentimientos que me invadieron, pero humillación es probablemente la que predomine.

El atentado de Sarajevo tuvo lugar hace cien años y, sin embargo, Sarajevo 1914 es como si fuera ayer.

Como sarajeviana, me siento profundamente enraizada en mi ciudad. Su historia es la mía. Sus heridas son las mías. Sus cicatrices, también. Tengo, por otro lado, una identidad plural que a veces me permite verlo todo desde fuera, pero para mis citas con Sarajevo me gusta vivir en simbiosis con esta ciudad, sentirme ciudadana de esta ciudad única.

Una mujer se apresura entre las ruinas de Sarajevo para esquivar
a los francotiradores en abril de 1993, durante el asedio de la ciudad.
(Foto © Michael Stravato / AP Photo)

El 28 de junio de 2014, Sarajevo, corazón de Europa, es una de esas citas. La ciudad vuelve a ser un símbolo. Están aquí los medios de comunicación del mundo entero. Tienen lugar en Sarajevo decenas de acontecimientos culturales para evocar el centenario del 28 de junio de 1914. Los VIPs han vuelto, y muchos de ellos son los mismos que vinieron durante el asedio de Sarajevo. La ciudad, además, está invadida por extranjeros, turistas, organizadores, participantes…

Los sarajevianos, por su parte, han decidido faltar a esta cita. Muchos han preferido irse de fin de semana para dejar pasar esta fecha “explosiva”, que coincide con el Vidovdan [1], el inicio del Ramadán y el aniversario del atentado de Sarajevo. No temen incidentes, pero todos quieren alejarse del ambiente plúmbeo de los grandes discursos cínicos en los que aquí ya nadie cree.

Yo preferí quedarme, más bien por curiosidad. Me equivoqué.

Recreación casi sainetesca, en las calles de Sarajevo,
de la visita del archiduque Francisco Fernando.

Como sarajeviana, me sentí humillada por la manera como se conmemoraba un hecho tan terrible, un asesinato. Fue un centenario pomposo y caro, pero vacío de contenido y sin un mensaje claro. Un centenario organizado por los extranjeros para los extranjeros, al que la población local fue invitada meramente como muda espectadora. Un centenario financiado por la Unión Europea, que no tenía absolutamente nada que decir allí. Un centenario que presentó una carrera ciclista como evento destacado, poniendo en su cartel la imagen de la esposa del embajador de Francia, una ciclista a la que se le ocurrió esa idea, burlándose de las sospechas de favoritismo que tanto peso tienen en la selección y elección de cualquier proyecto. Un centenario que invitó a una pléyade de periodistas, artistas y personalidades francesas, cuyo colofón fue una conferencia a la que asistieron apenas diez personas… Eso pone de manifiesto el interés que individuos e interlocutores suscitaron y, por supuesto, la poca profesionalidad de los organizadores.

Una instantánea del Grand Prix de ciclismo organizado 
por la Embajada de Francia en Sarajevo.
(Fuente: BBC News Europe)

Humillada por el hecho de que el 28 de junio de 1914 fuera presentado sobre todo bajo el prisma de los nacionalismos en Bosnia y en los Balcanes, aquel “barril de pólvora”. Europa, el mundo entero, las grandes potencias, hicieron sencillamente el panoli, ya me entienden.

Humillada al escuchar a través de France Inter una versión puramente franco-francesa de la Historia, con machaconas reiteraciones sobre las divisiones entre los pueblos. Francamente, aquel día no me habría gustado nada ser serbia. Los excesos se multiplicaron. Viví el asedio de Sarajevo y soy lo que los medios de comunicación franceses insisten en denominar “una musulmana”; conocí la guerra y viví en mis propias carnes los efectos del nacionalismo serbio. Pero después de veinte años, lo que oí a través de France Inter me sublevó profundamente. ¡Que se digan las cosas tal como son!: no es cierto que todos los bosnios consideren a Gavrilo Princip un asesino, para muchos de ellos es un héroe de la liberación de los pueblos yugoslavos. Tampoco todos los serbios lo consideran un héroe que les pertenezca. Gavrilo Princip no es un héroe serbio, es sobre todo un miembro de la Mlada Bosna, un movimiento de liberación de los pueblos yugoslavos. Las cosas no son sólo blancas o negras, como se ha oído durante los actos del centenario.


Detención de Princip
inmediatamente después
del atentado.

Humillada también por haber tenido que escuchar siempre a los mismos a través de los medios de comunicación, y consternada porque nadie invitara a Zlatko Dizdarević [2], quien hubiera podido decir muchas cosas ineresantes acerca de lo que simboliza ese centenario, cuya conmemoración ha contribuido, lamentablemente, a dividir todavía más a la sociedad bosnia.

Humillada porque algunos de esos mismos periodistas ni siquiera se tomaron la molestia de aprender que el nombre de la ciudad no se pronuncia Sarajevo o Sarazhevo, sino SARAYEVO.

Humillada porque vi a decenas de “VIPs” pavonear por la ciudad. Parecía evidente que ellos eran las auténticas “vedettes” de las conmemoraciones y atraían la atención de los medios occidentales, los que “daban tono” a esas conmemoraciones que, al final, acabaron convirtiéndose en celebraciones. BHL [3] estuvo ausente de la ciudad durante los últimos quince años, y ahora que todos los medios internacionales habían desembarcado en ella, pudo hacer su show particular y lanzar la idea de recoger un millón de firmas para que Bosnia entrara en la UE… Eso no es ayudar a Bosnia, sino humillarla, considerarla una república bananera. Sin embargo, BHL no está solo en ese empeño: lo que le interesaba era su promoción personal, en todo su esplendor, de cara a la galería mundial. Fue tan triste…


Bernard-Henry Lévy.
(Foto © Patrick Kovarik / AFP)

Humillada por una organización lamentable de un festival que ha costado dos millones de euros a los contribuyentes de la Unión Europea. Comprenderán que si alguien quería asistir a un acontecimiento cultural relacionado con las conmemoraciones, tenía que estar muy bien relacionado con los organizadores, es decir, formar parte de los VIPs. No era posible comprar entradas ni en el Teatro Nacional para ver la pieza de Bernard-Henry Lévy, ni para asistir a un concierto de Amira Medunjanin [4], por ejemplo, pues todas las butacas habían sido reservadas previamente. En fin, nadie se tomó la molestia de organizar todo esto pensando en el público local…

Sin embargo, los sarajevianos fueron invitados a asistir a un concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena a través de una pantalla gigante instalada frente a la Vijećnica [5]. Otra humillación: la mitad de la ciudad cerrada al tráfico para que pudieran desplazarse los VIPs en sus limusinas negras, mientras que los sarajevianos debían contentarse con unas docenas de viejas sillas de plástico situadas en un aparcamiento, bajo un sol de justicia. Había que sentirse muy motivado para quedarse allí… Por la noche, otra gran decepción, según quienes tuvieron la suerte de verlo, e incluso de oírlo: el espectáculo de Haris Pašović [6].


Pantalla gigante a través de la cual los ciudadanos de Sarajevo
pudieron seguir el concierto de la Orquesta Sinfónica de Viena
frente al renovado edificio de la Vijećnica.
(Fuente: The New York Times)

Humillada, en fin, por el escaso eco que ha tenido en la prensa internacional el fiasco de las conmemoraciones en Sarajevo… “Estamos invadidos por el capitalismo, la comunidad internacional, el Fondo Monetario…”, podía leerse, sin embargo, en las pancartas de un reducido grupo de sarajevianos que protestaban ante la Vijećnica el 28 de junio de 2014. Fue poco antes del tan esperado concierto y justo en frente de los platós de las televisiones. Pero las emisoras de radio lo silenciaron…

Como sarajeviana tengo que estar satisfecha, no obstante, de que mis conciudadanos hubieran entendido perfectamente las reglas del juego y se hubieran largado de la ciudad con la intención de no enterarse de nada. Es lo único que se puede hacer ante los “grandes”. Sarajevo será siempre un escenario para el teatro de los “grandes”. Ni más, ni menos.


Homenaje de la comunidad serbia a Gavrilo Princip ante
el monumento erigido en su memoria en la zona de Sarajevo
perteneciente de la Republica Srpska.
(Foto © Fehiim Demir / EPA)

Este texto, traducido del francés por Albert Lázaro-Tinaut,
fue publicado el 6 de julio de 2014 por BH Info.


[1] Festividad religiosa ortodoxa de san Vito, que serbios y búlgaros celebran coincidiendo con el 15 de junio del calendario juliano (28 de junio del calendario gregoriano). Esta fecha coincide con varios acontecimientos históricos significativos: tradicionalmente, con la batalla de Kosovo (o del Campo de los Mirlos), en 1389, en la que serbios y bosnios se enfrentaron a los ejércitos del Imperio otomano; el Tratado de Versalles, que ponía fin a la primera guerra mundial, en 1919; la constitución del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (Constitución de Vidovdan) promulgada por Alejandro I de Serbia, en 1921; y la ruptura entre los comunistas yugoslavos y la Unión Soviética, en 1948. 
[2] Destacado periodista bosnio, considerado uno de los expertos más solventes y respetados por su posición independiente y crítica con respecto a la guerra de Bosnia y a las diversas realidades sociopolíticas en el antiguo espacio yugoslavo.
[3] Se refiere al filósofo y escritor francés Bernard-Henry Levy. Fue uno de los primeros intelectuales que pidieron públicamente una intervención internacional en la guerra de Bosnia y denunció los abusos de los serbios en los campos de prisioneros bosnios.
[4] Joven intérprete de sevdah, la música tradicional bosnia, que ha cosechado muchos éxitos y se ha hecho célebre internacionalmente.
[5] El edificio de la biblioteca nacional bosnia, que se convirtió en uno de los símbolos de la ciudad sitiada al haber sido bombardeada y quemada por los serbios en agosto de 1992. Ahora, reconstruido, es la nueva  sede del Ayuntamiento de Sarajevo.
[6] Célebre director teatral y de cine bosnio.


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