Cuando en el otoño de 2008 el transeúnte visitó una pequeña galería de
arte en Sarajevo, instalada precariamente por una pareja de franceses, éstos le
mostraron reproducciones fotográficas de quienes consideraban los mejores
artistas contemporáneos de Bosnia-Herzegovina. Entre ellas había delicadas
acuarelas de paisajes idílicos, obras de factura clásica inspiradas en la vida
tradicional del país durante la época otomana –que hubieran podido pasar muy
bien por pinturas románticas–, atrevidas realizaciones vanguardistas en las que predominaban los colores intensos, algunas muestras de arte naif… Pero los ojos
del transeúnte se fijaron sobre todo en unas pinturas y unos grabados que
mostraban una personalidad propia y ponían de manifiesto mucho oficio.
Belleza.
Los jóvenes galeristas le dijeron que, de algún modo, actuaban como
marchantes de los artistas del país, a falta de estructuras comerciales
organizadas, y que podían ponerlo en contacto con cualquiera de aquellos creadores. Cuando el transeúnte se interesó por los precios de las obras,
se dio cuenta de que lo habían confundido con algún adinerado coleccionista,
pues hablaron de cifras que, para aquel entonces y en aquellas tierras, eran totalmente
desproporcionadas. Sin embargo, volvió a ojear aquellas imágenes que lo habían fascinado por la equilibrada combinación de colores, la serena belleza de las mujeres representadas y la curiosa presencia en muchas de ellas de caballos; preguntó cuál era el nombre del artista, se lo dijeron,
pero no tuvo la precaución de anotarlo: en cualquier caso, aquellas obras no
estaban al alcance de su bolsillo.
Composición en gris
Flora el blanco I
Anteayer, 7 de octubre, murió precisamente el autor de aquellos
cuadros, y al ver escrito su nombre le resultó lejanamente familiar a este
transeúnte. Cuando lo introdujo en Google rememoró de inmediato aquel atardecer
en Sarajevo: efectivamente, el nombre olvidado del artista era Mersad Berber,
uno de los pintores figurativos más celebrados de la antigua Yugoslavia y de la
actual Croacia, nacido en la localidad bosnia de Bosanski Petrovac, no lejos de
la frontera croata, el 1 de enero de 1940, y últimamente figura prominente del
arte bosnio, pese a residir en Zagreb desde 1992, cuando en su país estalló la guerra.
En rojo II
Ni siquiera se enteró este transeúnte de que pocos meses después, entre
marzo y mayo de 2009, en el CaixaForum de Barcelona se presentó una exposición
retrospectiva de su obra compuesta por sesenta pinturas, que luego se mostraría
en Palma de Mallorca hasta octubre de aquel año. Pero no fue sólo esa la
relación artística de Berber con España: en 2004 ya había presentado una
exposición en el Centro Cultural Caixanova de Vigo; en 2005, otra en “El
Claustre” de Girona; y en 2008 una tercera en la Galería Mada Primavesi de
Madrid.
Mujeres de San Petersburgo
Le sorprende, pues, la noticia de su muerte en la capital croata a la
edad de 72 años; y le sorprende, además, que fuera un artista
internacionalmente reconocido, premiado en numerosos países y con obra integrada
en algunas de las más prestigiosas colecciones del mundo, como la de la Tate
Gallery de Londres. Por otra parte, desde la década de 1970 expuso en varias
ciudades de Italia, Alemania y los Estados Unidos, y más tarde en Brasil,
Egipto, la India, Indonesia, Japón, Turquía, los Emiratos Árabes, Rusia, Suiza,
Bélgica, los Países Bajos y el Reino Unido, además de en su Yugoslavia natal,
en Sarajevo y en la Croacia independiente.
Vista desde Dubrovnik I
Vista desde Dubrovnik IV
Berber se formó artísticamente en la Academia de Bellas Artes de
Liubliana (Eslovenia, entonces integrada en la República Socialista Federativa
de Yugoslavia) e inició su carrera pictórica como autor de obras historicistas,
que recorrían la memoria de su país y de Croacia desde la Edad Media hasta el
siglo XX, inspirándose estéticamente en algunos de los grandes pintores europeos de todas las
épocas, muchos de los cuales han dejado huella en su estilo: Paolo Uccello, Van
der Weyden, Durero, Rubens, Rembrandt, Vermeer, Velázquez… En ellas ya mostraba,
sin embargo, su personalísima concepción de la pintura que, aunque fue
evolucionando, se encuentra todavía en sus obras más recientes. Trabajó también
como ilustrador de libros y creador de decorados teatrales en Liubliana, Zagreb, Sarajevo y Washington, e hizo incluso alguna
incursión en el mundo de los dibujos animados.
Memoria de Bosnia I
La infanta Margarita en Sarajevo
Sin duda, sus extraordinarias condiciones para el dibujo fueron el
secreto de la fascinación de las obras de Berber. Así lo hizo notar el célebre
crítico de arte, poeta y escritor británico Edward Lucie-Smith: “Probablemente,
lo primero que salta a la vista en la obra de Mersad Berber es su asombrosa habilidad como
dibujante. Berber dibuja con una fluidez y confianza que ya han desaparecido
casi por completo en el arte de la Europa occidental y los Estados Unidos. Sus
formas tienen una plenitud y solidez que pocos artistas son capaces ahora mismo
de imitar”. Lucie-Smith resalta también, como segunda cualidad, su admirable
capacidad para trabajar las texturas.
Perfil renacentista II
Quede aquí, pues, un recuerdo para un artista ilustre, con varias
reproducciones de obras suyas recientes. Se pueden encontrar más datos biográficos
suyos y una galería virtual de su obra en su página web oficial.
Clicad sobre las imágenes para ampliarlas.
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