19 octubre 2011

((SIN COMENTARIOS))


"¿Carla? ¿Y si dieras a luz en el 'Air Sarko One'? ¡El pequeño podría utilizarlo gratuitamente toda su vida!"

Viñeta de Gros que ilustra el artículo "Des caprices du prince aux gaspillages de l'élite de l'État" ('De los caprichos del príncipe a los despilfarros de la elite del Estado'), publicado en el núm. 755 (8-14 de octubre de 2011) de la revista francesa Marianne, pág. 28.

14 octubre 2011

[Marginalia] Los riesgos de la mordaza global que nos acecha

Nuestras libertades, individuales y colectivas, pueden 
quedar ocultas tras grotescas y engañosas máscaras.
(Foto: Moyo Taxiguerrilla - http://passapalavra.info)

Durante los días 4, 5 y 6 de octubre, Wikipedia Italia decidió ocultar sus entradas ante la amenaza de un proyecto de ley que se debate en el Parlamento italiano para enmendar otro texto, aprobado por el mismo Parlamento en junio de 2009 y ratificado por el Senado. Dicha enmienda tiene como objetivo el control de los sitios informáticos, incluidos los diarios y los periódicos difundidos electrónicamente, y la obligación de publicar, en las 48 horas siguientes, las rectificaciones que pida cualquier persona, “con las mismas características gráficas, la misma metodología de acceso al sitio y la misma visibilidad de la información a que se refieren”. 

Es evidente que la aprobación de esa enmienda atentaría contra la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 27 dice: “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”

A pocos nos cabe ya duda de que la mordaza que se nos quiere imponer mediante decisiones políticas, en cualquier Estado, puede acabar siendo global, y que la aprobación de una enmienda como esa en un país central como es Italia, miembro fundador de la Unión Europea, se podría extender fácilmente, pues permitiría sentar bases jurídicas suficientemente sólidas para el establecimiento del totalitarismo del Big Brother (‘Gran Hermano’) y la “habitación 101” de la policía del pensamiento con los que nos amenazó proféticamente George Orwell en su novela 1984 (publicada en 1949) –un "Gran Hermano" con el que de manera tan burda e insensata se ha jugado en casi todas las televisiones del mundo– se impusieran, si es que ya no se han impuesto de hecho, más o menos perceptiblemente. 
 
El transeúnte reproduce a continuación el mensaje íntegro (en su versión exacta en español) que estuvo colgado en varias lenguas en las páginas de Wikipedia Italia durante los tres días indicados, al que aún hoy se hace mención en las mismas páginas de esa magna enciclopedia que, pese a sus muchos defectos, errores y contradicciones, se ha convertido es una herramienta muy útil, casi imprescindible, para acceder a la información. 


 Estimada lectora, estimado lector, 

En este momento, la Wikipedia en italiano está en riesgo de no poder seguir proporcionando el servicio que a lo largo de estos años te fue tan útil y que ahora, como antes, estabas buscando. La página que querías leer sigue existiendo pero oculta y queda el riesgo de que hayamos que borrarla en serio. 

En los últimos 10 años, Wikipedia se hizo parte de la vida cotidiana de millones de usuarios en la Red en busca de un saber neutral, gratuito y sobre todo libre. Una nueva e inmensa enciclopedia plurilingüe, que puede ser consultada en cualquier momento y sin costes.

Hoy, desafortunadamente, los pilares de este proyecto –neutralidad, libertad y verificabilidad de sus contenidos– están en riesgo de verse comprometidos con el apartado 29 del así llamado DDL intercettazioni (proyecto de ley sobre escuchas telefónicas). 

Tal proyecto de ley, que está siendo discutido en estos días por el Parlamento italiano, entre otras cosas, obliga a todos los sitios de la Red a publicar, dentro de las 48 horas de que la solicitud fue realizada y sin algún comentario, una rectificación sobre cualquier contenido que el solicitante juzgue perjudicial a él o a su imagen. 

Por desgracia, la evaluación de cuán perjudiciales sean dichos contenidos no estará sometida a la decisión de un Juez tercero e imparcial, sino únicamente a la opinión y sensibilidad de la persona que se percibe perjudicada. 

En suma, según lo previsto por el apartado 29, quien se sienta afectado por un contenido informativo presente en un blog, en un periódico en línea y, muy probablemente, también aquí, en la Wikipedia, podrá apegarse al derecho –independientemente de la veracidad de la información percibida como perjudicial– de solicitar la publicación de una rectificación, que contradiga y desmienta dichos contenidos, incluso prescindiendo de las referencias proporcionadas. 

En estos años, los usuarios de Wikipedia (te recordamos una vez más que Wikipedia no tiene equipo alguno de redacción) han estado siempre disponibles a discutir y, en todo caso, a corregir, donde se haya verificado la información según referencias independientes y competentes, cualquier contenido percibido como perjudicial del buen nombre de quien sea; y todo eso sin renunciar a las prerrogativas de neutralidad e independencia del Proyecto. En los rarísimos casos en los que no fue posible encontrar una solución, el artículo entero fue removido. 

La obligación de publicar entre nuestros contenidos la rectificación, según lo previsto por el apartado 29, sin poder discutir o analizar la reclamación y prescindiendo de toda verificabilidad, constituye para Wikipedia una inaceptable limitación de su propia libertad e independencia: tal limitación desnaturaliza los principios que fundaron la Enciclopedia Libre y paraliza la modalidad horizontal de acceso y contribución, pudiendo de hecho poner "fin" a su existencia tal como la conocimos hasta hoy. 

Quede en claro que nadie entre nosotros quiere cuestionar las tutelas que guardan la reputación, el honor y la imagen de cada quien. Recordemos, sin embargo, que cada ciudadano italiano ya está protegido en este sentido por el artículo 595 del Codice Penale, que castiga el delito de difamación. 

Con este comunicado, queremos avisar a los lectores y a las lectoras sobre los riesgos que derivan de dejar a merced de los particulares la protección de su propia imagen y reputación, invadiendo los intereses legítimos de otros. En tales condiciones, los usuarios de la Red serían inducidos a dejar de ocuparse de dichos argumentos o personas, tal vez sólo para "no tener problemas". 

Queremos seguir con la Wikipedia libre y abierta a todos. Nuestros artículos son también tus artículos: ya somos neutrales, ¿para qué neutralizarnos? 

Los usuarios de it.Wikipedia 

01 octubre 2011

La voz a otros debida: Los bosques finlandeses sentidos por Alessandro Pavolini

Paisaje característico de la Finlandia centro-oriental.
(Foto © www.teije.nl)

Alessandro Pavolini (Florencia, 27 de septiembre de 1903 - Dongo, Lombardía, 28 de abril de 1945) fue un notable jerarca de la Italia fascista, además de destacado periodista y fino escritor. Hijo del poeta y filólogo Paolo Emilio Pavolini (1864-1942, eminente estudioso de las lenguas y literaturas nórdicas y traductor del poema épico finés Kalevala, manteniendo el metro y el ritmo originales), se dejó llevar por los intereses culturales de éste. Además, estudió Derecho en la Universidad de Florencia y Ciencias Sociales en la de Roma. 

Fue muy activo políticamente durante la dictadura fascista (se había adherido al Fascio en 1923) y ejerció como ministro de Cultura Popular. También estuvo entre los firmantes, en 1938, del “Manifiesto de la raza”, con el que Mussolini promovió las leyes raciales fascistas. Por otra parte, participó como reportero, pero también militarmente, en la guerra colonial de Etiopía, cuyos avatares dejó escritos en el libro Disperata (1937). 

Pese a que sus enfrentamientos con otros jerarcas del régimen hicieron que cayera en desgracia durante cierto tiempo, no fue apartado de algunos cargos políticos. Tras la destitución de Mussolini y la caída del régimen (25 de julio de 1943) se refugió en Alemania; sin embargo, cuando Hitler impulsó, en septiembre del mismo año, la efímera República Social Italiana (conocida como República de Salò), Pavolini fue nombrado secretario provisional del nuevo Partido Fascista Republicano. Fue, además, uno de los creadores y primer comandante del cuerpo paramilitar de las Brigadas Negras (junio de 1944). 

Alessandro Pavolini, vestido con 
su uniforme de jerarca fascista, 
en una foto retocada.

Tras la ocupación de Roma por los Aliados en junio de 1944, participó en la defensa de Florencia y con sus francotiradores resistió durante varios días cuando la ciudad fue tomada, en agosto del mismo año. Al final de la guerra, y tras un intento de huida a la desesperada, fue herido y capturado por los partisanos. Procesado por colaboracionismo con el enemigo, fue condenado a muerte y fusilado con otros prisioneros el 28 de abril de 1945. Al día siguiente, su cadáver quedó colgado por los pies, junto al de Benito Mussolini, en el Piazzale Loreto de Milán.

Es evidente que Pavolini no se significó precisamente por su pacifismo ni mucho menos por un espíritu democrático, sino todo lo contrario. Le gustaba afirmar, con cierto orgullo, que Mussolini y él eran las personas más odiadas por los italianos. ¿Qué pinta pues un villano totalitarista, con las manos manchadas de sangre, en esta bitácora? El transeúnte siempre ha querido separar –hasta cierto punto, claro– las artes de las ideologías, aunque a veces las artes sean claros exponentes de esas ideologías. Quienes rechazamos los totalitarismos, haríamos mal si dejáramos de leer, por citar algunos nombres, a Gabriele D’Annunzio, Curzio Malaparte, Luigi Pirandello, Ezra Pound, Knut Hamsun o Pierre Drieu La Rochelle, simpatizantes del fascismo o el nazismo; o a Vladímir Maiakovski, Maksim Gorki, Pablo Neruda o Jean-Paul Sartre por haber estado próximos ideológicamente al estalinismo. Lo mismo podríamos decir con respecto a las artes plásticas, la música y el cine. Para quien lo desee, el debate está servido. 

Luigi G. De Anna, profesor de la universidad finlandesa de Turku y prologuista de la reedición de Nuovo Baltico [1] –obra de la que se ha extraído el texto que sigue–, dice que “Pavolini tenía el ojo atento del periodista, pero por formación era un literato”, y que “su carrera política avanzó al mismo paso que la del intelectual”. En cualquier caso, leyendo su texto sobre los abedules de los bosques de Finlandia, con un lenguaje casi lírico, difícilmente se puede identificar al escritor refinado con el fanático jerarca fascista.


Bosque de abedules cerca de Kouvola (sudeste de Finlandia).
(Fuente: http://onnila.wordpress.com/tag/kouvola/)


El más allá de los árboles 

Por Alessandro Pavolini 

Desde hace un mes, en el Báltico veo abedules. Estoy dulcemente obsesionado por los bosques. 

Anoche no conseguía dormir y salí al bosque, entre los abedules, bajo un cielo sin estrellas, no por la oscuridad, sino por el resplandor. No esperaba, por supuesto, toparme con un reno, ni oír algún aullido, como la Novia del Lobo sobre la que escribe Aino Kallas [2]. Mis fantasías eran más bien vegetales. 

Acariciaba los troncos, duros, vivos, fríos; miraba las ramas que se sumergían en las tenues sombras. Los abedules permanecían inmóviles, con su aspecto ensoñado y meditativo. 

En su vida, anclada a un único punto preciso de la tierra –pensaba yo–, los árboles quizá presientan otra vida, probablemente sueñen con ese más allá que les espera como lo contrario de su existencia en el bosque. Lo mismo que los hombres cuando imaginan el Paraíso. 

La existencia del árbol es sumamente lenta, sin cambios de ritmo ni acontecimiento alguno. Esta es su primera característica. La segunda es el no poderse mover, el estar sujeto para siempre al mismo metro cuadrado. Y la tercera es esa pesadumbre, que tan bien se advierte por las noches, de no poder compartir su vida con la de ningún semejante, no poder fundirse en un abrazo con otro ser vivo hasta la ilusión amorosa de hacerse unidad. Los árboles apenas se tocan, rozan sus hojas, se acarician levemente con esos dedos ciegos, sufren la desazón del deseo sin poder alcanzarse del todo. Una maldición los mantiene aislados y sedentarios.

Algún día, sin embargo, tú, abedul, que no has experimentado nada más que tu simple existencia, sentirás que algo ocurre en tu base. Algo brusco, rápido, indiscutible. Serán los golpes del hacha de un leñador finés. Se te presentará de este modo la muerte liberadora como lo opuesto de la vida: según tus presentimientos de esta noche y de muchas otras noches, cuando yo me acuesto y tú permaneces en pie.

Abedules cortados para 
la industria madedera.
(Foto © Victor Sagaydashin)

Toda la vida te has mantenido inmóvil en tu lugar, centinela de ti mismo. A partir de aquel momento entrarás en tu más allá, empezarás a moverte y sentirás la voluptuosidad divina de la horizontalidad. Y ya desnudado de ramas, hojas y raíces, reducido a tu esencia, al tronco, empezarás a viajar horizontalmente arrastrado por la corriente de un río, y durante ese viaje no te detendrás. 

Viajar, fluir eternamente: el paraíso de quien tuvo raíces. Los grandes ríos gélidos atraviesan raudamente los bosques arrastrando troncos migrantes. Los conducen hacia el golfo de Finlandia, hacia el golfo de Botnia, según el camino que trazó el Gran Hielo cuando arrasó Finlandia y, a su paso, fue dejando cicatrices en forma de lagos y corrientes de agua. Si te encallas en un lago, abedul, unos hombres subidos a una balsa te empujarán para devolverte al curso de agua. (Pero, ¿será un lago o el recodo de un río? Es más difícil contar los lagos en Finlandia que las estrellas en el cielo: éstas son más numerosas, pero más fáciles de localizar. Quien pretende censar los lagos finlandeses no sabe cómo distinguir entre los que se enlazan entre sí por brazos de agua y los recodos de los ríos; entre los lagos salpicados de islas y los ríos que se bifurcan a partir de una isla. Y no salen las cuentas: cincuenta mil, sesenta mil, sesenta y cinco mil…)

Flotas y así prosigues tu camino… A veces te aflige una peligrosa sensación, una mezcla de placidez y temor, como la que sienten los hombres en la nuca al notar que el suelo se hunde bajo sus pies. Es cuando te precipitas en la vorágine de alguna cascada o sientes el trueno de unas cataratas. (He venido a Imatra para ver “la mayor cascada de Europa”, como me enseñaron en la escuela. Pero ya no puede verse, pues la ha aprisionado una gigantesca central hidroeléctrica. [3]) Los rápidos son los momentos líricos de la lenta y solemne épica de los ríos. El tronco salta en medio de aquella violencia inmóvil, de aquel fragor eterno y compacto, y en ese momento se purifica su corteza. 

Transporte fluvial de madera talada en el sur de la Carelia finlandesa.
(Foto © Hubert Stadler / Corbis) 

Cada vez más blanco, más del color del alma, el abedul alcanza su nirvana de árbol. De tanto en tanto siente el esfuerzo del salmón al remontar las aguas, o el topetazo con otro abedul. De este modo tiene lugar, al fin, el encuentro de tronco con tronco. Rozándolo, se dispone a abrazarlo, a confundirse con él en la unidad. 

Sin embargo, la fábrica de celulosa espera con sus fauces abiertas. Surge de repente en el tiempo, aislada en el espacio. Hasta ayer fue bosque y es bosque lo que la rodea.

Fábrica de celulosa, de pasta de madera, de cartón y papel: industria natural y sana como una planta, aquí, entre bosques y cascadas, en esa inmensa abundancia de madera, de vapor, de electricidad. […] Fábrica que funciona sin interrupción, con fuegos y luces permanentemente encendidos: en las nocturnas jornadas invernales, en medio de la nieve congelada; en las clarísimas noches estivales, entre prados verdes y rapados como los campos de golf de Escocia. […] 

Cuando, lejos de su bosque natal, el abedul llega a la fábrica, pasa del río a un canal y a una cinta dentada que lo trasporta hacia su Purgatorio. Se ve sumergido, y con él millones de árboles, en un malebolge [4] giratorio donde los troncos saltan y se entrechocan mientras se purgan, bajo el incansable hierro, de los residuos de su corteza. Allí sienten por última vez el aliento de la lluvia, del viento, de los hongos y de los arándanos. El tronco, mondo, blanco, vuelve a salir. Ahora será cuando las cuchillas eléctricas den cuenta de él. 

Traducción del italiano de Albert Lázaro-Tinaut 


[1] La primera edición de Nuovo Baltico de Alessandro Pavolini fue publicada por el editor Vallecchi de Florencia en 1935. Estos datos y el texto que se reproduce (pp. 113-118) han sido tomados de la edición al cuidado de Massimiliano Soldani publicada por la Società Editrice Barbarossa de Milán en 1998. 
[2] Aino Kallas (1878-1956) fue una destacada narradora y poeta finlandesa muy vinculada a Estonia, donde vivió y ambientó sus principales obras, entre las que sobresale la novela Sudenmorsian (‘La novia del lobo’, 1928), cuya acción se desarrolla, precisamente, en la isla estonia de Hiiumaa. 
[3] En la localidad de Imatra, en la Carelia del Sur (al sudeste de Finlandia, junto a la frontera rusa), se encuentra, en efecto, una gran central hidroeléctrica. La presa de Imatrankoski, construida en 1929, aprovecha los rápidos del río Vuoksi, que antes formaban una de las cataratas más grandes y bellas de Europa. 
[4] El Malebolge es el octavo círculo del “Infierno” de la Divina Comedia de Dante. Se divide en diez fosos circulares y concéntricos, cada uno de los cuales se dedica al castigo de una especie de fraudulentos (véase “Infierno” XVIII, 1-18). 

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